Cabo de Gata (Almería, España) es un parque natural de sorprendente belleza, con costas escarpadas, playas vírgenes y pueblos pintorescos.
Vamos a explorarlo. Nos llevará tres días.
Nuestra base de operaciones va a ser la zona de Retamar-El Toyo, situada en el límite del parque, a medio camino entre Almería ciudad y el faro de Cabo de Gata. Allí hay algunos buenos hoteles en los que alojarse.
Faro de Cabo de Gata y Arrecife de las Sirenas
En la primera jornada vamos a llegar hasta el faro. Tomamos el camino de Cabo de Gata hasta ver el indicador del Centro de Visitantes Las Amoladeras, en el que hacemos una primera parada para informarnos sobre las características geológicas del parque natural, su flora y su fauna. De allí salimos con un plano en el que figuran todos los puntos de interés del parque.
Al pasar el pueblo de Cabo de Gata nos detenemos para dar un paseo por la playa, que queda a nuestra derecha. Barcas de pesca y algún bar con mesas junto a la arena. Al fondo, a lo lejos, se ve el promontorio del cabo.
Seguimos carretera adelante y pasamos junto a la amplia extensión de las salinas de Cabo de Gata. Hay puestos de observación de aves y, si tenemos suerte, hasta podremos ver flamencos rosas. Aunque, si quieres observar aves, será mejor que te lleves unos prismáticos.
Llegamos finalmente al cabo. Aparcamos junto al mirador (probablemente no puedas hacerlo si vas un domingo en temporada alta). Y caminamos por las inmediaciones. Hay senderos que, si tienes tiempo y fuerzas, te permiten contemplar los arrecifes y las calas cercanas.
De las playas de Mónsul y los Genoveses a Rodalquilar
El segundo día tomamos el camino de San José. Antes de llegar, al pasar por el Pozo de los Frailes, veremos un molino de viento. Los molinos del parque, que datan del siglo XIX, están formados por una torre cónica de obra coronada por un tejado giratorio, una guía y un conjunto de aspas en forma de velas.
En San José, continuamos por la pista que nos lleva hasta la playa de Mónsul. Enseguida veremos otro molino, el del Collado de los Genoveses. Merece la pena detenerse para contemplar las vistas.
Hemos podido tomar la ruta de Mónsul tranquilamente porque estamos fuera de temporada. En verano sólo se puede acceder si en el aparcamiento, que en esas fechas es de pago, quedan plazas disponibles; aunque se puede ir en autobús, a pie o en bicicleta.
Lo dicho acerca del acceso y el aparcamiento también es válido para la playa de los Genoveses, que está entre San José y la playa de Mónsul.
En la playa de Mónsul se han rodado escenas de diversas películas, entre ellas Indiana Jones y la última cruzada.
En medio de la playa destaca una gran roca de origen volcánico y forma de ola gigante a la que llaman la Peineta de Mónsul.
Alguna gente escala la Peineta, aunque, debido a su fragilidad, está prohibido. En el flanco izquierdo de la playa, verás una gran duna que, esa sí, puedes escalar (si te sientes con fuerzas para ello).
De vuelta a San José paramos en la playa de los Genoveses, que ocupa una bahía de más de un kilómetro de longitud. Está rodeada de pequeñas dunas donde crece la vegetación típica del ecosistema árido del parque: pitas, chumberas…
Es una playa de arena fina, ideal para bañarse. Lástima que las construcciones la amenacen ya por el lado cercano a la localidad turística de San José.
Dejando ésta atrás, nos dirigimos a Los Escullos. Allí hay una enorme duna fosilizada a la que la erosión del viento y el mar ha hecho adoptar formas caprichosas.
También hay un castillo del siglo XVIII, que forma parte del conjunto de baterías que defendían la costa de los piratas berberiscos. Lástima que, pegado a la duna y el castillo, se haya permitido el despliegue de un cutre complejo turístico, con restaurante, bar y discoteca, que prácticamente impide el paso a aquellos.
Continuamos camino hacia la Isleta del Moro, pequeño y encantador pueblo de pescadores que ha sabido mantener su ambiente tranquilo (quizá habría que añadir: «…salvo en los meses de verano») y ha sido escenario del rodaje de diversas películas.
Pasada la Isleta del Moro, llegamos al Mirador de la Amatista. Está a pie de carretera, y permite contemplar la costa y sus acantilados.
La última parada de nuestra ruta de hoy es el antiguo pueblo minero de Rodalquilar. En él visitamos las instalaciones abandonadas de las minas de oro. Luego bajamos al Playazo de Rodalquilar. En el camino a la costa puede verse una antigua torre defensiva del siglo XVI. Y, a un lado de la playa, la batería de San Ramón, del siglo XVIII.
Carboneras, Agua Amarga y Las Negras
El tercer día exploraremos la zona norte del parque. Viajamos hasta Carboneras, una localidad pesquera, turística e industrial que cuenta con un puerto pesquero moderno (con todos los servicios), una cementera y una gran desaladora.
La mayor parte del término municipal de Carboneras se encuentra dentro del parque natural, aunque el núcleo central de población y su entorno cercano queden fuera del mismo.
Después de dar un paseo por la localidad, tomamos el camino de la Playa de los Muertos, situada al sur, ya dentro de los límites del parque. El nombre de esta pintoresca playa se debe a la frecuencia con que, en tiempos pasados, llegaban hasta ella cadáveres de náufragos arrastrados por las corrientes marinas.
La playa de los Muertos es una de las más conocidas y apreciadas del parque natural de Cabo de Gata. El acceso desde el aparcamiento situado a pie de carretera no es fácil, pero, a no ser que viajes con niños pequeños o que tengas cien años o algún problema de movilidad, deberías bajar a la playa. Un poco de ejercicio no le hace daño a nadie. Y en este caso merece la pena.
Frente al aparcamiento, una estrecha carretera asciende hasta la cercana Mesa de Roldán, un montículo volcánico de forma circular y cima plana. Subimos para contemplar el paisaje.
En la cima hay una antigua torre vigía. Y, a poca distancia, un faro.
Bajamos de la Mesa de Roldán y tomamos el camino de Agua Amarga, localidad pesquera… ¡y turística, por supuesto!
Y desde Agua Amarga nos encaminamos a la Cala del Plomo, otro de los platos fuertes del día. Se puede llegar en coche, aunque el camino no es corto (la cala está lejos de cualquier núcleo urbano).
Se trata de una cala relativamente amplia, en cuyos flancos hay paredes formadas por dunas fósiles erosionadas.
En verano puede estar algo concurrida, debido a que puede llegarse en coche casi hasta la misma playa; y encontrarás visitantes que acampan en furgonetas o autocaravanas. Fuera de temporada, si tienes suerte la tendrás prácticamente para ti solo.
Terminamos la jornada en Las Negras, un pueblo que, pese a su presente orientado al turismo, sigue teniendo su encanto.
En Las Negras verás hippies y okupas, desertores de los tiempos modernos. Sólo la mitad de los habitantes de este pequeño municipio son españoles.
Está atardeciendo, es hora de regresar a nuestro hotel del siglo XXI.
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