Cae la tarde en Marrakech, y la plaza de la Yemaa el-Fna se llena de narradores de historias, adivinos, encantadores de serpientes, músicos, saltimbanquis y curanderos. Sin salir de la plaza puedes comprar dátiles, fruta y mil y una cosas más, cenar en un chiringuito humeante o hacer que te decoren la manos con henna.