El paisaje de la cuenca minera del Río Tinto se caracteriza por el rojizo color de sus aguas, fruto de su alto contenido en metales pesados (como el cobre). Además, la intensa actividad minera de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ha dejado multitud de canteras y edificaciones en ruinas en esta región, lo cual contribuye a su peculiar aspecto.